lunes, 15 de septiembre de 2014

Cien años de Bioy Casares

Adolfo Bioy Casares fue parte del corazón de la literatura argentina del siglo XX, llevando adelante una obra que desde "La invención de Morel" abrió caminos imaginativos nunca transitados hasta entonces, permitiéndose una libertad narrativa que cimentó en novelas y cuentos que le valieron el Premio Cervantes en 1990 y el reconocimiento internacional. Fue parte de los grandes mitos de la elite, casado con Silvina, la menor de las hermanas Ocampo, con quien escribió la novela “Los que aman, odian”. Muchas veces considerado a la sombra de Borges, su gran amigo, con quien escribió bajo el nombre de H. Bustos Domecq. Y el centenario de su nacimiento continúa al de otra figura emblemática de las letras nacionales, Julio Cortázar.

Bar Tortoni
Fue un artesano del género fantástico –en su obra cuentística, con títulos como “La trama celeste” y “El lado de la sombra”–, que transitó acompañado de fantasmas, monstruos e invenciones tridimensionales con una precisión narrativa cincelada hasta la perfección; en 1940 se casó con la hermana de la enfática Victoria Ocampo, Silvina, con quien mantuvo un matrimonio a toda prueba que no desbarrancó por las persistentes infidelidades de Bioy: los unía un amor más allá de las convenciones; tuvo una hija, Marta, que murió quince días después de Silvina en un accidente de tránsito en la avenida Las Heras, y un hijo, Fabián, al que reconoció cuando ya era un adulto. Justo él, que en sus Memorias publicadas en 1994 dijo ser “el último Bioy”, sembró las ramas de un árbol genealógico que desató grandes litigios judiciales.

No es la única zancadilla que le hizo el destino. En 2006 se publicó su Borges, la obra lo reveló como un memorialista excepcional, no solo se trata de una amistad que comenzó en 1931 en la casa de Victoria Ocampo y se prolongó por décadas, sino también un mapa de lecturas, personajes y hechos que atravesaron las inquietudes y obsesiones de Bioy y Borges con una alta dosis de ironía, mordacidad y franqueza políticamente incorrectas. Su departamento de Posadas 1650, en el barrio de la Recoleta fue testigo de un desfile incesante de personalidades relevantes de la vida cultural argentina. Quizás para eso también sirvan los centenarios: para recuperar del olvido, dichos y textos de un argentino exquisito, dandy seductor y narrador universal.

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