martes, 19 de agosto de 2014

Un país saqueado por el peronismo

Por Jorge Héctor Santos


Juan Domingo Perón (a quien los argentinos que tienen 40 años de edad no conocieron) comenzó a gobernar el país el 4 de julio de 1946.
Desde ese día hasta diciembre de 2015, el llamado peronismo (con Perón, Héctor José Cámpora, Raúl Alberto Lastiri, María Estela Martínez de Perón, Italo Argentino Luder (como presidente provisional), Adolfo Rodríguez Saá, Ramón Puerta, Eduardo Caamaño, Eduardo Duhalde, Carlos Saúl Menem, Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner; habrá gobernado 36 años y 5 meses.
La Unión Cívica Radical, a través de Arturo Illia, Eduardo Frondizi –quien tuvo que pactar con Perón para poder llegar a la Casa Rosada- , Raúl Alfonsín y la Alianza, estuvieron a cargo del Estado central 15 años y 4 meses.
Mientras que, desde 1946, los gobiernos militares totalizaron 17 y 3 meses.
En síntesis:
En los últimos 69 años, Argentina fue gobernada por el peronismo el 53% de ese tiempo.
Le siguen los gobiernos de facto, los militares, con el 25.07%.
Cierra el radicalismo y la Alianza con el 21.9%.
El peronismo gobernó la Argentina más de la mitad del tiempo, en los últimos 69 años.
Y, desde el regreso a la democracia, con la elección del radical Raúl Alfonsín, los gobiernos con rótulo peronista a fines de 2015 habrán ocupado la Casa Rosada 22 años, sobre 32 años, vale decir el 68.8%.
Hay un trillado dicho que señala que sólo el peronismo puede gobernar un país difícil como la Argentina. Pues bien todos los números indican que es el peronismo el que ha llevado (por tiempo en el poder) a la otrora pujante nación a esta decadencia sin igual que padece.
El populismo que caracteriza al movimiento creado por Perón del cual se cuelgan las más diferentes vertientes para seguir prolongando su existencia “ganadora” en las urnas ha socavado la independencia de poderes, la justicia, ha hecho una exaltación sin igual de la impunidad, del robo constante de los dineros públicos en beneficio de los gobernantes en forma directa o a través de sus testaferros y de una legión de amigos, los cuales siempre han cultivado el robo para la corona.
Un extenso país con poca población, carece de infraestructura vial y eliminó la red ferroviaria; con lo cual las vidas se pierden cotidiamente en las pésimas rutas del país que además están aranceladas generando las prohibidas aduanas interiores. La pobreza alcanza al menos a 12 millones de los 40 millones de argentinos.
Esa pobreza no solo está expresada en cuestiones de ingresos sino de alarmante falta de educación, siendo sus escasos recursos los subsidios estatales sin contraprestación. Conformando de esta forma la base electoral de un peronismo que los “exprime” en su favor a la hora de votar bajo la amenaza de perder las dádivas.
El autoritarismo reinante es tal que hasta la Conferencia Episcopal se asustó y no produjo informe por escrito que marque el acuciante problema de la pérdida de empleo, la espiralizada inflación y el avance dramático del narcotráfico.
La corrupción produce, para quienes la entienden y no la justifican, una verdadera repulsión ante una mafia gobernante que no tiene reparo alguno en robar y seguir robando; mientras apaña a los ladrones como una demostración evidente de que nadie se salva de estar complicado, en mayor o menor medida, en el saqueo de los dineros del Estado.
Los feudos provinciales son una muestra cabal de la ignorancia y sometimiento de la mayor parte de las poblaciones argentinas a la familia reinante en cada lugar, para poder conservar básicamente el empleo público que predomina en el país.
La prostitución, los casinos, bingos y salas de  máquinas tragamonedas no faltan en ningún lado; por el contrario se han convertido en casi lo más desarrollado en los años de las administraciones justicialistas, junto con la incesante inseguridad.
La Argentina se sinceró mucho en estos últimos años. Es a todas luces un país mafioso en todos sus estratos sociales y en buena parte de sus actividades.
Desde el poder central baja la corrupción, los modos mafiosos, la falta de respeto a las leyes, el robo, la falta de castigo al delito, la actitud barrabrava, y tantas otras deformaciones de la conducta humana que asusta y genera repulsión. Los problemas se acumulan y angustian a una sociedad quebrada.
Perón, muerto hace 40 años, sirve para todo; incluso para creer que un supuesto peronista que participó o participa de este último gobierno kirchnerista puede salvar a la República de caer en el abismo, estando al borde del mismo. Evidentemente el país para salir de este descalabro terminal necesita generar un cambio en su gente. Ese cambio o se da en las urnas o aún se conocerán estadíos más profundos para seguir cayendo en todo, todos.

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