domingo, 24 de noviembre de 2013

Infancia a la intemperie

Por Silvia Pesquet

Estaba ya en la caja del supermercado, y a punto de pagar, cuando una vocecita me obligó a darme vuelta. No alcanzaba a levantar un metro del suelo, tenía el pelo muy ondulado atado en una colita, unos enormes ojos marrones y una de esas miradas que no se olvidan. Lo que me desarmó fue su pedido: “Doña, doña, ¿ no me compra algo para comer?” Todavía conmovida, no tanto por la demanda -algo tan familiar desde hace tiempo, lamentablemente- cuanto por el objeto de ella, comida, grande fue mi sorpresa cuando, después de contestarle que sí, y preguntarle qué era lo que le gustaría que le comprara me contestó “un yogur”. De toda la infinita variedad de productos con los que cualquier criatura puede tentarse en un supermercado, desde galletitas hasta alfajores, pasando por caramelos, chocolates, y todas las golosinas imaginables-,ella, (¿6, 7 años?) había elegido un yogur. Ese alimento recomendado por médicos y nutricionistas, y tantas veces rechazado por chicos hastiados de todo lo demás, que saben que con abrir la heladera basta para encontrar no uno sino un montón de esos envases, de distintos sabores, con y sin cereales, con o sin vitaminas, minerales, lactobacilos y nutrientes de todo tipo y factor, era el objeto de deseo de una nena que se había animado a encararme.

Cuando alguien pide comida, es porque tiene hambre. Así de claro, así de duro. Recordé entonces aquello de “los niños ricos que tienen tristeza”, la “década ganada”, y los 6 pesos diarios con que según el INDEC se come (el yogur solo costó bastante más, cabe aclarar)... Lo que más recordé, sin embargo, fue ese verso de Erik Satié que dice: “Nunca llueve en Honfleur, pero a veces llueve sobre la infancia”.

1 comentario:

  1. Segun me cuentan ingerir un yogurt ya es un lujo. Un país como Argentina,que puede abastecer a mas de 400 millones de habitantes,y que tenga una población con tanta miseria,tanto déficit educacional, niños y adultos que ya no saben usar el lenguaje, hablan idiomas marginales, galimatías que solo ellos entienden. Cordiales saludos.

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