jueves, 23 de agosto de 2012

El camino de Sudáfrica, ¿cuál es?

Jorge Gómez Barata

África el más pobre, maltratado y violento de los continentes es también el peor gobernado. En ello han influido dilatados procesos históricos que condicionaron su devenir, principalmente la trata de esclavos, la colonización y el neocolonialismo. No obstante 60 años después de la independencia es hora de superar el fatalismo histórico y con sus fuerzas y su experiencia cumplir las tareas históricas pendientes. Tal vez porque esperaban que la derrota del apartheid en Sudáfrica y del régimen racista en Zimbadwe, la independencia de Namibia y el fin de la guerra en Angola, relanzaran los empeños africanos por encontrar los caminos del progreso y la paz, las fuerzas progresistas de todo el mundo están impactadas por los sucesos de Suráfrica calificados de masacre.

Sería lamentable constatar que la zaga de violencia, represión, discriminación, exclusión e injusticia del apartheid se ha incorporado al ADN de la sociedad surafricana y bajo otras formas subsisten las maculas del régimen de dominación blanca y que sus prácticas represivas han sido trasvasadas al sistema político representativo de la mayoría. Un apartheid de castas no es mejor que uno de colores.

Por una lamentable paradoja, el más sólido de los países negros, la única economía emergente del continente, un Estado que aporta la cuarta parte del PIB africano y cuenta con la vanguardia política más madura y esclarecida, con una poderosa base económica, se desliza peligrosamente por la pendiente del neoliberalismo, la corrupción y tentación a confiar las soluciones en el capital transnacional, asumiendo que ser estadísticamente rico, figurar en el G-20 constituye una meta histórica.

África está gobernada por la tercera o cuarta generación de líderes encumbrados después de la independencia (para las ex colonias portuguesas, Namibia, Zimbadwe y Suráfrica la segunda). En muchos casos son todavía los herederos de las generaciones históricas que sin embargo, en muchos casos han experimentado mutaciones que los han convertido en oligarquías adineradas y corruptas, nacidas no de la colonización y del tráfico de esclavos sino en la vida independiente.

Las recientes lecciones de países de África del Norte que parecían consolidados como Egipto, Libia y Túnez, como antes lo fueron las de Etiopia, Zaire, Eritrea, Ruanda y Burundi, Sierra Leona, Liberia, Costa de Marfil, más recientemente Sudan y Malí y otros que aportan evidencias del papel negativo de las elites gobernantes que en lugar de encabezar a sus pueblos, se suman a quienes los explotan y oprimen. Ojalá Suráfrica no recorra esos caminos. Allá nos vemos.

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