miércoles, 16 de marzo de 2011

Tatuado de ellos

En la Argentina en el año 2009, el Parlamento argentino aprobó una ley que obliga a someterse a pruebas de ADN cuando hay sospechas de robo de niños. Así fue cómo las Abuelas de Plaza de Mayo recuperaron el año pasado al llamado Nieto 102. Se había criado con un oficial de la Fuerza Aérea y no quiso hacerse las pruebas para averiguar su origen. Por orden de un juez le fueron confiscadas prendas íntimas de las que se extrajeron muestras genéticas que confirmaron que sus padres fueron víctimas de la dictadura.


Cada caso, esconde una dolorosa historia que se alivia con verdad y justicia. El caso identificado como número 75 es el de Horacio Pietragalla ( buenos Aires, 1976), que acudió en 2001 a la asociación Abuelas de Plaza de Mayo porque tenía dudas sobre la veracidad de su identidad como César Castillo. Sus dudas se confirmaron. Sus verdaderos padres murieron en 1976. En la casa donde fue criado no había fotos de su madre embarazada. Tampoco de él como recién nacido. Sus casi dos metros de altura no se explicaban con la estatura de sus padres. Su carácter tampoco.

Los antropólogos cruzaron los datos del ADN de Horacio con los obtenidos del banco genético de restos exhumados y hubo éxito. El cuerpo de su padre, Horacio Pietragalla, fue encontrado en el cementerio de la ciudad argentina de Córdoba, lo habían asesinado cuando su madre Liliana Corti, estaba embarazada. Liliana fue asesinada un año más tarde durante un operativo. Intentó esconder al bebe pero lo encontraron y fue llevado por personal policial a la Clínica Mayo y a la Brigada Femenina de San Martín. Después el niño fue entregado por el teniente coronel Hernán Tefzlaff a una mujer que trabajaba como empleada doméstica en su casa.

El día que la prueba genética confirmó sus sospechas se celebró en la sede de Abuelas. “Saber la verdad fue para mí positivo y gratificante. El mismo día conocí a tíos y primos y estoy reconstruyendo la vida de mis padres”, recuerda Pietragalla. La recomposición de sus vidas le conectó con el Equipo Argentino de Antropología Forense, famoso por ser el grupo que identificó los restos del Ché Guevara en Bolivia. Horacio y Abuelas buscan dos objetivos : convencer a jóvenes con dudas de que comprueben su identidad y conseguir que la memoria impida que la historia se repita.

Horacio hijo con su madre
Horacio dijo: "Yo quería saber a quien me parezco". "Alguien filmó a mi vieja en un casamiento de una tía. Un día me dieron el video, lo puse ... y me atraganté. La vi a mi vieja bailando, fue impresionante. Lo más impresionante es encontrar las cosas de uno en alguien, lo que buscaba estos años: a quién me parezco". "Veo que genéticamente me quedó tatuado lo que fueron mis viejos. Me encuentro con amigos y familia de mis padres y me lo dicen. Tengo gestos de mi viejo, la risa de mi vieja. Pienso igual que ellos. Yo creo que estoy tatuado de ellos. Es algo  impresionante. La cara de mi vieja soy yo. Mido 1,98 y mi viejo 1,95".

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