sábado, 12 de febrero de 2011

La caída de Mubarak

Con los ojos bien abiertos para no perder ni un segundo del fulgurante movimiento democrático que los países árabes del sur del Mediterráneo, le ofrecieron al mundo ante las atónitas reacciones de las potencias mundiales. Las rebeliones corrieron el maquillaje de la hipocresía y el doble discurso de Occidente. Por todos los medios, nos dicen que son un nido de fundamentalistas, sociedades ciegas por la religión y la ignorancia. Pero transformaron la realidad: sin bombas ni secuestros, sin extremismos ni extorsiones, a fuerza de resistencia y sin otra violencia que la que los mismos regímenes asfixiados por la multitud desencadenaron para aplastar la rebelión.

Los portavoces del bien y la moral, Estados Unidos y la Unión Europea, dicen que exportan democracia y libertad pero apoyan a los autócratas de Medio Oriente, lo justifican como estrategia para combatir el terrorismo y mientras se aseguran la provisión del petróleo que tanto necesitan. Cóctel de invasiones salvadoras y sostén de regimenes asesinos, que mantuvieron en pie con millones de dólares en cooperación militar y legitimidad internacional. La inmolación del joven vendedor, encendió la mecha. Su cuerpo ardió y con él se quemó un montaje político perverso y degradante, semejante a las dictaduras de América del Sur. Se sabe que crimen y represión + corrupción + impunidad es igual a gobiernos títeres. Es una obviedad más difundida después del triunfo egipcio.

Aunque el rumbo de la transición sea todavía incierto, Con  la caída de Mubarak , el vendaval adquiere una envergadura histórica y promete seguir creciendo. Las manifestaciones en Yemen y Argelia son un indicio. Los árabes se enfrentaron solos con la historia, se plantaron para decir hasta aquí llegamos.  La generación digital más activa no estaba en San Francisco, Nueva York o Berlín, sino en Túnez y El Cairo. Internet no hizo más que comunicar más rápido décadas de humillación, represión y empobrecimiento. El oxígeno universal que exhala el sur del Mediterráneo nos autoriza al más profundo y emocionante de los sueños: un mundo mejor es posible.

Canción de la rebelión de Tahrir: Saut al-hurria, “La voz de la libertad”.

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