domingo, 28 de noviembre de 2010

Tolstoi: la huida del mundo

Cien años de la muerte del autor de “Anna Karenina” y “Guerra y paz” 

Todas las familias felices se parecen entre sí; pero cada familia desgraciada tiene un motivo especial para sentirse así”. Lo dice en Anna Karenina, la novela que Tolstoi terminó a los 49 años, tenía una gran familia y era considerado uno de los grandes escritores rusos. Había escrito Guerra y Paz. Años después, el 20 de noviembre de 1910, murió en una perdida estación de tren, adonde llegó después de 10 días de viaje. Huía de su familia. Retrató el universo de su época. Hijo de nobles rusos, fue criado con todo el lujo y privilegios, soldado y escritor reconocido, autor de las dos obras maestras. Tras una profunda crisis espiritual, se hizo cristiano y pacifista radical. Insatisfecho con el curso del mundo, enojado con su pasado y preguntándose cómo vivir, sus nuevas respuestas iban a contrapelo del siglo del progreso: vegetarianismo, abstinencia sexual, cristianismo anticlerical y además el acecho de fotógrafos y periodistas que acampaban en la puerta.

A los 82 años se fugó de su casa junto a su médico, porque la vida cotidiana se le había hecho insoportable. El rechazo de su vida hasta ese momento y su idea de renunciar a sus riquezas, no fueron bien recibidas por su mujer Sofía, madre de sus 13 hijos. Antes de irse, le escribió "Lamento que mi partida te ponga triste, pero créeme que no podía actuar de otra manera. Mi situación en la casa se ha vuelto insoportable, desde hace mucho. Me resulta imposible seguir viviendo en este entorno lujoso, y abandono esta vida mundana para pasar mis últimos días en aislamiento y silencio".

El jefe de una estación de tren le ofreció su casa. El único pensamiento que lo inquietaba era que alguien descubriera dónde estaba alojado, sin saber que la estación estaba llena de periodistas, que Sofía ya lo sabía y se encontraba en un tren interrumpiendo las vías y todos los diarios hacía días, daban noticias sobre su salud. Días más tarde, moría de pulmonía, rodeado de la gente de la que había huido. Tolstoi, no paraba de repetir: "Irse, lejos, de lo contrario me alcanzarán". Esa era su buena muerte; no la de la verdad, sino la de la huida.

Vladimir Tolstoi, tataranieto del escritor, acaba de llegar a Buenos Aires para cerrar “La semana Tolstoi” en la Biblioteca Nacional“ dice: "El no escapó para morir solo sino para seguir viviendo. No era un viejito jubilado, era un pensador que trabajaba y sabía que todo su entorno le sacaba fuerzas. Yo creo que alejarse de aquella casa, sin embargo, aceleró su muerte”. El autor pintó el cosmos del siglo XIX. En sus obras, no hay nadie demasiado canalla ni demasiado bueno, no tiene personajes ideales sino que están más cerca de las personas y se hacen preguntas que nos hacemos todos. No hay una sola pregunta a la que no puedas encontrar una respuesta en Tolstoi. Además, es contemporáneo como psicólogo y como profeta: fue uno de los primeros en plantar cuestiones de globalización, de la necesidad de convivir con el medio ambiente, de resolver con la no violencia.